jueves, 15 de noviembre de 2012

LA FORMACIÓN DE LA TIERRA


No puedo resistirme a compartir este fragmento del libro de Bill Bryson “Una breve historia de casi todo” en el que se narra la génesis de nuestro planeta, merece la pena leerlo.

LA FORMACIÓN DE LA TIERRA
Hace unos 4.600 millones de años se acumuló en el espacio, donde estamos ahora, y empezó a agruparse un gran remolino de gas y polvo de unos 24.000 kilómetros de anchura. Casi toda su masa (el 99,9% de todo el sistema solar) formó el sol. Del material sobrante que quedaba, dos granos microscópicos se mantuvieron lo bastante próximos para unirse en virtud de las fuerzas electrostáticas. Ése fue el momento de la concepción para nuestro planeta. Y sucedió lo mismo por todo el incipiente sistema solar. Los granos de polvo  formaron agrupaciones cada vez mayores al chocar. Llegó un momento en que esas agrupaciones fueron ya lo suficientemente grandes para que pudieran calificarse de planetesimales. Como chocaban sin cesar, se fracturaban y escindían y recombinaban en infinitas permutaciones al azar, pero en cada uno de esos choques había un ganador, y algunos de los ganadores adquirieron tamaño suficiente para dominar la órbita por la que se desplazaban.
Todo eso sucedió con una rapidez extraordinaria. Se cree que, para pasar de una pequeña agrupación de granos a un planeta bebé de unos centenares de kilómetros de anchura, sólo tuvieron que pasar una decenas de miles de años. La tierra se formó básicamente en sólo doscientos millones de años, tal vez menos, aunque aún estaba fundida y sometida al bombardeo constante de toda la basura que se mantenía flotando a su alrededor.
En este punto, hace unos 4.400 millones de años, se estrelló en la Tierra un objeto del tamaño de Marte, lo que causó una explosión que produjo material suficiente para formar una esfera acompañante: la Luna. Se cree que, en cuestión de semanas, el material desprendido se había reagrupado en un solo cuerpo y que, al cabo de un año, había formado la roca esférica que todavía nos acompaña. La mayor parte del material lunar se considera que procede de la corteza de la tierra y no de su núcleo, por eso la luna tiene tan poco hierro mientras que nosotros tenemos un montón. La teoría, dicho sea de paso, se expone casi siempre como si fuera reciente, aunque la propuso, en realidad, en la década de los cuarenta, Reginald Daly de Harvard. Lo único que tiene de reciente es que ahora se le presta atención.
Cuando la Tierra tenía sólo un tercio de su futuro tamaño es probable que estuviese empezando a formar una atmósfera, compuesta principalmente dióxido de carbono, nitrógeno, metano y azufre. No es ni mucho menos el tipo de material que asociaríamos con la vida y, sin embargo, a partir de ese brebaje tóxico se creó la vida. El dióxido de carbono es un potente gas  de efecto invernadero. Eso estuvo bien, porque entonces el sol era significativamente más tenue. Si no hubiésemos disfrutado de la ventaja de un efecto invernadero, posiblemente la Tierra se habría congelado de forma permanente y la vida nunca habría llegado a conseguir un asidero. Pero lo cierto es que lo hizo.
Durante los 500 millones de años siguientes, la joven Tierra siguió sometida a un bombardeo implacable de cometas, meteoritos y demás desechos galácticos, que trajeron agua para llenar los mares y los componentes necesarios para que se formase con éxito la vida. Era un medio singularmente hostil y, sin embargo, de algún modo la vida se puso en marcha. Alguna diminuta bolsita de sustancias químicas se agitó, palpitó y se hizo animada. Estábamos de camino.
Cuatro mil millones de años después, la gente empezó a preguntarse cómo había sucedido todo. Y hacia allí nos lleva nuestra próxima historia.

La naturaleza y las leyes naturales yacían ocultas en la noche.
Dijo Dios”!Hágase Newton!”. Y se hizo la luz.
ALEXANDER POPE
Epitafio: destinado a Sir Isaac Newton